Por; J. De Aza Pérez
Desde Mi Rincón, observo con frustración cómo quienes eligen vivir en orden se convierten en víctimas de un sistema que ha renunciado al control. Ruidos ensordecedores a cualquier hora, motores sin mufflers que desafían el descanso, carreras improvisadas en medio de las calles, vehículos mal estacionados –incluso los de la policía y otras entidades del estado–, y aceras invadidas que obligan al peatón a caminar entre el peligro.
Pero el caos no es solo físico. También se siente en la indiferencia de los servidores públicos, quienes con frecuencia parecen más interesados en terminar su turno que en atender las necesidades de los ciudadanos. La falta de supervisión, la apatía de los agentes policiales y, en el peor de los casos, su complicidad con la delincuencia, no hacen más que agravar esta sensación de abandono.
Es desalentador vivir en una ciudad donde la vigilancia es escasa y las consecuencias, inexistentes. Aquí, el orden se diluye en la indiferencia, y los derechos de quienes desean una convivencia pacífica quedan relegados. Desde Mi Rincón, me pregunto cuánto tiempo más seguiremos soportando esta realidad. Es hora de exigir el cambio que tanto necesitamos, para que vivir en paz no sea un privilegio, sino un derecho que todos podamos disfrutar.